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Desde hace 242 años, cada 4 de julio Estados Unidos celebra su día de la independencia con fuegos artificiales. En estos dos siglos y medio sólo en una ocasión un presidente, Abraham Lincoln, se ha dirigido a la nación desde Washington, para honrar a los soldados muertos defendiendo la unión en la guerra civil. Desde mediados del siglo pasado lo habitual ha sido que el presidente y la primera dama observen el espectáculo pirotécnico desde el balcón que Harry Truman mandó construir en la fachada trasera de la Casa Blanca.

Hasta este año. Donald Trump no se confirma con ser espectador sino que quiere protagonismo. Por eso el presidente ha pedido y ha obtenido —de su propio gobierno— permiso para dirigirse a la nación desde las escaleras del celebérrimo monumento a Abraham Lincoln entre las 18.30 y las 19.30 del 4 de julio, antes del castillo de fuegos artificiales, que comenzará a las 21.07.

Para permitirle al presidente dar este discurso, un acto político sin precedentes que tiene a Washington en armas, el castillo con sus cohetes y petardos se traslada del estanque reflectante del monumento a Lincoln al parque West Potomac, a unos 500 metros.

Aparte del discurso a la nación, titulado «Un saludo a América», Trump ha pedido permiso para que sobrevuelen la capital federal varios cazas y otros aviones militares, además del Air Force One, su aeronave oficial. Previamente habrá un pasacalle con carrozas, bandas de música y desfile militar y un concierto a cargo de la Orquesta Sinfónica Nacional.

Desde que acudió en 2017 a la festividad del 14 de julio en Francia, con las tropas y los tanques desfilando por los Campos Elíseos, Trump ha querido una celebración similar en Washington. Lo intentó el año pasado, para el día de los Veteranos, que se celebra el 11 de noviembre, día en que acabó la I Guerra Mundial. Ante las críticas y el coste estimado, unos 90 millones de euros, el presidente reculó y canceló la celebración.

Los planes para este 4 de julio, confirmados el martes por el presidente en un mitin en Orlando en que lanzó su candidatura a la reelección en 2020, no han sido sido muy bien recibidos por la oposición.

La alcaldesa de Washington, la demócrata Muriel Bowser, ha pedido que la campaña de Trump pague antes los siete millones que debe por los gastos que generó la toma de posesión de Trump en 2017. Tres senadores demócratas —Tom Udall, Patrick J. Leahy y Chris Van Hollen— se han quejado por carta a la Casa Blanca porque temen que el presidente convierta la sagrada fiesta de la independencia en «un mitin político».

Y luego está el problema de los fuegos artificiales. Se trata de un producto al que le afectan los aranceles del 25% dictados por Trump contra fabricantes chinos. La inmensa mayoría de petardos y cohetes que se emplean en EE.UU. han sido fabricados en China, que es la primera potencia comercial en ese tipo de productos. La Asociación de Pirotecnia de EE.UU. ya ha advertido que un castillo como el del 4 de julio será, gracias a Trump, mucho más caro y difícil de montar.

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