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Opinión de Jaime Pérez

“Se ha dicho que la revolución no necesita al arte, pero que el arte necesita de la revolución.  Eso no es cierto.  La revolución sí necesita un arte revolucionario”: Diego Rivera.

En cada etapa de la historia, la sociedad ha presentado diversos estadios en el desarrollo del arte, entendiendo este concepto como la capacidad y la necesidad del hombre para representar o traducir lo que ve, oye y siente. Al respecto, el Ing. Aquiles Córdova Morán, Secretario General del Movimiento Antorchista Nacional ha dejado asentado que el hombre hace arte por necesidad, por exigencia de su conciencia; por tanto, el arte nace con el hombre mismo”.

De acuerdo a este análisis, el desarrollo de la sociedad no está descoyuntado a la evolución del arte.  Cada etapa de la comunidad humana tiene expresiones artísticas de acuerdo al sentir del ser social en ese momento, es decir, en consonancia a las condiciones en que se desarrolla la vida de las personas de esa etapa histórica. Así el arte antiguo, por ejemplo, se manifiesta en las “venus”, que son estatuillas con rasgos femeninos exagerados enfocados a las representaciones de la fertilidad, mientras que las pinturas rupestres son mejores representantes de la cotidianeidad y este progresivo desarrollo dio como resultado la aparición de la escritura con el Código de Hammurabi, escrito aproximadamente en 1700 a. c.

Siguiendo esta línea, aun cuando es idea generalizada que en la edad media sólo se producía el llamado Arte Sacro, -que consiste en la representación de pasajes bíblicos o imágenes religiosas en general-, también se encuentran, sobre todo en los aposentos de los prelados de las Iglesias, toda suerte de imágenes con connotaciones sexuales y otras con escenas abiertamente sexuales.

Por su parte, en el Renacimiento se rompe conscientemente con la tradición artística del medioevo que los renacentistas calificaron con desprecio, “como estilo de bárbaros”, considerando el arte suyo con mayor oficio, cierto que es más cultivado, más cuidado y más sutil.  Son muchos y muy conocidos los artistas representantes de esta época destacando en las artes plásticas por su minuciosidad y belleza.

En los casos citados, además de las más diversas manifestaciones modernas, se trata de las distintas formas de expresión de la realidad, sobre cómo percibe el individuo el mundo que lo circunda.

Por eso, en la actualidad, las actividades relacionadas con el trasiego de drogas o la lucha por el dominio de las plazas por parte de los grupos delictivos, es la temática cultural que impera y aunque no nos convenza ni guste alguna de estas expresiones, debemos aceptar que tienen como base la producción material, que el arte actual tiene ahí su referente, por eso se reproduce lo que se vive, ve, oye y siente.

Es obligatorio pensar entonces, que para poder transformar nuestra sociedad, que es lo que busca el Movimiento Antorchista Nacional, se debe modificar al menos la realidad actual en una donde los habitantes logren una vida más justa, pero se debe trabajar para lograr hacerla más humana. Pero para eso, debemos seguir buscando en lo más profundo del sentimiento del ser, despertando la sensibilidad del hombre, no sólo limitándose a la descripción de la realidad,  sino para trastocar hasta donde se demuestre el avance positivo de la humanidad.

Por eso, para no caer en el estancamiento o retroceso, acudamos entonces a desarrollar y entender el concepto y la relación entre el arte y la revolución que sostenía Diego Rivera: La revolución sí necesita un arte revolucionario.

Y dada la situación compleja que se vive en México en este momento de confusión política, de persecución y de represión ejercida por Morena queriendo aplicar la cuarta transformación de acuerdo a los intereses de este sector, se requiere que luchemos de forma organizada para poner un alto a tantas maniobras del Presidente de México.

Es urgente que seamos a la vez promotores de la educación de los jóvenes, que los impulsemos a que se superen, a que analicen, critiquen y contribuyan al desarrollo de su país acudiendo a la buena lectura, a la práctica de la danza,  del baile, de la pintura y la poesía, porque es posible una sociedad moderna donde todos seamos beneficiarios de los avances tecnológicos y científicos, pero sin olvidar al hombre.

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