De bajos salarios a ilegalidades: la lucha del cubano para salir de la miseria

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Cada vez se marcan más las fronteras entre las clases sociales y el esfuerzo y la capacidad personales no siempre constituyen garantía de prosperidad

Viernes, junio 28, 2019 | Ernesto Pérez Chang

LA HABANA, Cuba. – Cinco años de estudios más otros dos de adiestramiento en la empresa estatal en la que, una vez graduado de la universidad debió cumplir el llamado “servicio social”, no le han servido al joven Raidel para encontrar un empleo donde el salario le rinda al menos para comer y vestir decorosamente.

Los 415 pesos mensuales (unos 16.60 dólares, al cambio oficial actual) que percibe como Especialista “B” de Proyectos Ingenieros, son apenas una contribución “simbólica” en una economía familiar donde tan solo la cuenta de consumo eléctrico unida a la tarifa menos cara de conexión a internet, absorben más de la cantidad aportada por Raidel, quien años atrás imaginó que un título de ingeniero le ahorraría las penurias habituales de cualquier trabajador manual sin calificaciones.

Hoy Raidel es uno de los tantos jóvenes cubanos que han decidido dejar a un lado su profesión para explorar otros empleos menores muy distantes de lo soñado, pero mucho más prometedores en el aspecto salarial, sin embargo, los obstáculos para lograrlo son cada día más difíciles de superar, teniendo en cuenta que los mejores empleos ya sea en el sector turístico, en las empresas de capital foráneo, en los puestos de trabajo estatal mejor articulados con el mercado negro y la corrupción, así como en el sector privado, no son nada fáciles de obtener.

En las principales páginas digitales cubanas donde se publican ofertas de empleo, las opciones no son muchas en el sector privado, y entre estas la mayoría se dirigen al negocio de las llamadas “mulas”, es decir, personas que han obtenido algún visado o estatus migratorio que les permita viajar al extranjero para realizar compras de acuerdo con las normas aduanales cubanas que regulan la importación y con el objetivo de revender dentro de Cuba productos de alta demanda, difíciles de conseguir en las redes de comercio estatal. En pocas palabras: contrabando.

Convertirse en una mula o contrabandista requiere entonces de una inversión inicial para la adquisición de por lo menos un pasaporte y un visado cuyo valor de tramitación rondaría entre los 200 y 300 dólares, algo para lo cual un joven como Raidel debería destinar la totalidad de los sueldos recibidos como ingeniero en una empresa estatal durante un año y cinco meses.

Una inversión que más tarde le sería muy difícil recuperar, teniendo en cuenta que quienes dirigen el negocio de las mulas apenas pagan entre 200 y 250 dólares y solo a quienes no hayan hecho uso de la importación anual permitida por la aduana y que estén decididos a venderles los 120 kg de equipaje a razón de menos de 2 dólares por kilo, lo cual resulta en extremo abusivo, aunque no tanto como los 16.60 dólares mensuales que recibe Raidel como ingeniero.

El resto de las opciones se tornan igual de dificultosas para quienes no cuentan como Raidel con un apoyo económico extra a su salario oficial, obligando a que muchos de estos jóvenes recurran a ilegalidades y otras soluciones algo escabrosas para poder superar el estado de miseria al que está forzado por el sistema o simplemente a permanecer en ese círculo de carencias e imposibilidades que lo condenarían a reproducir el mismo patrón de pobreza, en una sociedad donde cada vez, debido al sistema de privilegios políticos se marcan las fronteras entre las clases sociales, y donde el esfuerzo y la capacidad personales no siempre constituyen garantía de prosperidad.

Aunque recién se acaba de anunciar un incremento salarial poco sustancial solo para el sector estatal presupuestado, de acuerdo con las cifras publicadas por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), el salario medio en Cuba en 2018 fue de 777 pesos, es decir, el equivalente a 31.08 dólares.

Una cantidad irrisoria en medio de una realidad en la que, según un estudio reciente elaborado por las economistas Betsy Anaya Cruz y Anicia Esther García Álvarez, una persona debería disponer entre 550 y 748 pesos mensuales (entre 22 y 29,92 dólares) tan solo para adquirir una canasta básica de alimentos y donde todos los tipos de hogares enfrentan déficit de ingresos para asumir sus gastos de consumo, estimados entre 3 salarios mínimos de 740 pesos y de 9 a 10 salarios mínimos de 225 pesos, cantidades que “no tienen en cuenta los gastos destinados a compras de equipamiento y otros enseres para el hogar, el pago de servicios a proveedores privados (como puede ser el caso de la reparación de algunos equipos o de la propia vivienda, el transporte, el cuidado de niños, enfermos o ancianos (…), alquiler de la vivienda…)” .

El asunto de los bajos salarios en las empresas estatales ha sido postergado en los debates públicos y para el cual aún no se encuentran soluciones que concilien el costo de la vida con el drama salarial.

De acuerdo con lo publicado por la ONEI, de los 18 sectores en que ha sido dividida la actividad empresarial estatal, apenas tres de ellos en 2018 lograron superar los 1000 pesos (40 dólares) como salario medio mensual (Explotación de minas y canteras, Construcción e Intermediación financiera) mientras que 6 de los más importantes no lograron alcanzar los 777 pesos del salario medio estimado en 2018.

Resulta llamativo que sectores como los de la agricultura, industria manufacturera, comercio, hoteles y restaurantes, salud pública, cultura y deportes experimentaron una disminución significativa del salario medio entre los años 2016 y 2018, mientras que el sector de la educación no ha mostró cambio alguno en los últimos tres años, manteniéndose el salario medio mensual por debajo de los 540 pesos (21,60 dólares). (Véase tablas de la ONEI).

Estos indicadores, contrastados con las estadísticas publicadas por la ONEI en cuanto a comportamiento de la migración interna, el flujo migratorio externo y el estado de la población económicamente activa, revelan una realidad en extremo preocupante para la economía cubana en los próximos años.

Retornando a los datos de la ONEI, es posible hablar de un probable decrecimiento de la población económicamente activa que si bien, como muestran los informes, crecerá levemente hasta el 2021 en casi 68 mil efectivos, a partir de ese momento comenzará a decrecer, de modo que para el 2030 se verá reducida a unas 133 mil personas, resultados en los que influirá sin duda alguna el envejecimiento poblacional pero también el comportamiento de las migraciones internas y hacia el exterior.

De acuerdo con la “Encuesta Nacional Migración 2016”, del Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la ONEI, entre las modificaciones más relevantes registradas en los años previos al Censo del año 2012, en cuanto al ritmo migratorio interno estaría el aumento de las tasas de saldo negativo en provincias como Guantánamo, Granma, Las Tunas y Holguín, debido mayormente a las pocas opciones de empleo, así como los bajos salarios en esos territorios del oriente del país.

No obstante, tal como plantea el estudio citado “la inmigración interna podría estar teniendo un efecto beneficioso en La Habana, ya que la llegada de personas en edad laboral, con nivel y alguna experiencia laboral, posiblemente resulten un recurso potencial importante y perspectivo para contrarrestar no sólo el proceso de envejecimiento de la población activa que allí tiene lugar, sino también los déficits que origina su emigración externa”.

Pero la realidad es que incluso en La Habana, respecto a la disponibilidad de trabajo, se torna palpable el forcejeo por alcanzar un empleo con mejores incentivos salariales, lo cual ha influido en una disminución de los salarios, así como el estrechamiento del rango de oportunidades incluso en el sector estatal, incluidas las empresas mixtas, donde la contratación de personal corre por cuenta de empresas empleadoras o intermediarias que ocupan hasta más de un 20 por ciento de los salarios y establecen un valor cambiario para el dólar (de 10 CUP por 1 dólar) diferente al de las Casas de Cambio (24 CUP por 1 dólar).

Así, el trabajador de determinada firma extranjera obtiene un salario básico en pesos cubanos en nada diferente al de otras empresas estatales, más un incentivo en divisas no contemplado como salario sino como regalía que no es tenida en cuenta en el momento de la jubilación.

No obstante, las regalías constituyen un fuerte atractivo frente a la estimulación cero de las empresas totalmente del Estado, las que constantemente ven huir su capital humano pero, sobre todo, hacia un sector privado que aunque acosado, limitado legalmente, impedido de competir de igual a igual con las empresas extranjeras y estatales, muestra resultados mucho más significativos y por tanto es capaz de pagar mejores salarios, aunque a veces las condiciones laborales no sean las idóneas.

Por ejemplo, de acuerdo con anuncios publicados en la página Revolico.com, en su sección de empleos, la recepcionista de un taller de celulares privado, con una jornada laboral de 8 horas, 4 días a la semana, percibe 4 dólares por jornada frente a los 0.07 centavos de dólar que recibiría en un puesto similar en una empresa estatal.

Una empleada doméstica que labora de lunes a sábado para una familia suele cobrar entre 50 y 100 dólares, en dependencia del lugar y las condiciones de trabajo. Una cifra visiblemente abusiva pero mayor de lo que, por ejemplo, pudiera ofrecer un empleo como “Técnico en Control de Flota GPS” en la estatal Unión Eléctrica, por el cual hoy se cobra un salario de 700 pesos mensuales (28 dólares), empleo al que no pudiera acceder un recién graduado pues le exigirían 3 años de experiencia en la especialidad, tal como se lee en la convocatoria publicada en Revolico.com.

El contexto se presta para prácticas de explotación laboral en todos los sectores incluso fuera de la isla. Así, entre los anuncios publicados en internet es posible dar con empresas como una del sur de la Florida, Estados Unidos, que oferta empleos por 300 dólares mensuales para editores de video quienes además deberán contar con el requisito de “buena conexión a internet”, un parámetro técnico muy difícil de conseguir en Cuba.

También se han multiplicado en los últimos tiempos ofertas de “empleos” que constituyen prácticas de explotación laboral y sexual, como la de extranjeros en busca de empleadas domésticas que además sirvan de “acompañantes”, todo por un salario mensual de 100 dólares.

El drama quizás queda reflejado de algún modo, aunque posiblemente moderado frente a la experiencia cotidiana de cualquier cubano, en los resultados del ejercicio experimental de Escenarios Tendenciales realizado por el Centro de Estudios de Población y Desarrollo y publicado como “Proyecciones de la Población Económicamente Activa 2015-2030” por la ONEI, donde se estima que un 18 por ciento de las personas entrevistadas refirió no tener interés en trabajar para el Estado debido a los bajos salarios, así el número de desocupados que reconoce el gobierno aumentó entre 2017 y 2018 de 75 mil 288 a 76 mil 400, para una tasa de 1,7 por ciento, una cifra algo difícil de creer de acuerdo con lo que se observa en las calles de la isla.

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